Williams Thackeray

En Thackeray no existe vacilación en cuanto a la elección de la obra; Thackeray es autor de varias obras, algunas de ellas muy notables; por ejemplo, "Pandennis y Los Newcomes"; pero ninguna ha llegado a las alturas de "La feria de las vanidades", a ella se debe en realidad su fama.


Biografía: Willian Thackeray nació en Calcuta, la India, el 18 de julio de 1811. Descendía de una familia ilustre, sobre todo, por parte de su padre. El cual era un alto empleado de los Servicios Civiles de la Compañía de las Indias, con residencia en Calcuta. Su abuelo, Ricardo Thakeray, pertenecía a otra distinguida familia del condado de York. A los cuatro años perdió a su padre, y dos años después fue enviado a Inglaterra al lado de una tía suya para que hiciese allí sus esudios. El barco en que realizó la travesía hizo escala en la isla de Santa Elena, y pudo ver allí a Napoleón.

Sus primeros estudios los hizo en colegios particulares, pasando más tarde al Charterhousen, que gozaba de gran fama y estaba situado en las afueras de Londres. De este colegio salio en 1828 y nadie sospechaba que en aquel joven presumido y algo tardo en la inteligencia, se ocultaba el brillante escritor que había de revelarse después.

Mientras cursaba sus estudios, la madre había contraído matrimonio de nuevo, esta vez con H.W. Cornichael Smuth, comandante de ingenieros y tras esto la familia se instaló en Larkbeare.

En febrero de 1829 Thackeray se separó de su madre y su padrastro para ingresar en el Trinity College de Cambridge y ese mismo año se fue a pasar las vacaciones a París con la intención de estudiar francés y alemán. Thackeray permaneció poco tiempo en el colegio. Había de heredar una cuantiosa fortuna y se preocupaba muy poco del porvenir y de su destino.

No tardó en emprender el primer viaje por Europa; estuvo en Francia, en Italia y Alemania. Se detuvo especialmente en Weimar, entonces capital de Sajonia y uno de los centros culturales más importantes de Europa, donde el escritor Goethe irradiaba con la luz de su genio y atraía a visitas ilustres de todo el mundo.

Thackeray por aquellos días había ya escrito y publicado sus primeros trabajos. Lo había hecho primero, de estudiante, en el periódico El Snob y había colaborado después en periódicos y revistas, con narraciones satíricas especiales, que le habían valido en su país algunos elogios.

El novelista tuvo interés en conocer al autor del “Fausto”, y le visitó, pero tuvo mucho más interés en ver a Schiller, del que era un apasionado admirador.

De regreso a Inglaterra se sentía indeciso sobre la carrera que había de seguir; pensó en la carrera diplomática como la más adecuada a sus condiciones y a su carácter, pero al fin se decidió por la de Derecho; parecía, en Inglaterra, la carrera destinada a los escritores.

Ingresó Thackeray en el Middle Temple, pero tampoco aquellos estudios lograron interesarle. De día en día se sentía más atraído hacia el mundo de las letras; sentía cada vez con más fuerza que estaba allí su vocación. Un año después de entrar en Middle, el escritor entró en posesión de su patrimonio; a partir de este momento, abandonó sus estudios y se dedicó ya de lleno a la literatura.

Adquirió un periódico literario, del que fue a la vez propietario y director, y se trasladó a París donde se instaló magníficamente, de acuerdo con su fortuna y con sus gustos; desde la capital de Francia mandaba crónicas sobre la vida de París a su periódico.

El periódico tuvo una vida corta, los gastos que le ocasionó, y más aún, el juego al que se había entregado con verdadera pasión, mermaron en gran parte el patrimonio heredado de su padre. Entonces Tackeray fue nombrado corresponsal del periódico ultraliberal El Constitucional; en él empezó a publicar los primeros ensayos que le dieron verdaderamente nombre.

Había publicado por aquella época su primera obra "Flor y Zafiro", especie de sátira ilustrada.

Confiado, sobre todo, en los ingresos del periódico, Thackeray contrajo matrimonio en 1836, con Isabel Mathew Shawe. Poco después se hundía el periódico dejándolo en la más triste situación. Por entonces continuaba viviendo en París y se vio obligado a regresar a Londres en donde se dedicó a los trabajos periodísticos. Empezó en el Frager's Magazine, en el que colaboró usando diversos seudónimos, escribiendo crónicas sobre todos los temas, y demostrando en todas una igual maestría y dominio. En esta revista apareció su "Diamante de los Hogarty" en el cual empezó a darse a conocer como el magnífico pintor de costumbres que había de hacer de él el rival del gran escritor C. Dickens. En esta época la esposa da a luz a su tercer hijo y empieza a dar muestras de enajenación mental; la enfermedad fue haciendo progresos, y a pesar de las esperanzas del escritor, la infeliz esposa no recobró la razón en todo el resto de sus días. Tackeray tuvo que recluir a la esposa y dedicarse al cuidado de los hijos y de los padres de aquélla. Entró por estos días en el Punch. En 1848 publicó su libro más popular, el que verdaderamente le hizo famoso y su mejor libro: "La feria de las vanidades." Por esta época dictó una serie de conferencias; dio todo un ciclo de ellas sobre los humoristas ingleses; obtuvo una fama tal, que tuvo que repetirlas en todas las ciudades importantes de Inglaterra.

Debido sin duda a su existancia agitada y de constante actividad y también al dolor que le había causado la enfermedad de su esposa, Thackeray empezó a resentirse en su salud. Recibió una invitación de Norteamérica para dar las conferencias allí, y a pesar de su estado de salud, no vaciló en embarcarse. El viaje constituyó un gran éxito.

En 1960 fue nombrado director del Cornhill Magazine, y durante este período continuó con todas sus colaboraciones. Había conseguido, a fuerza de trabajo, restablecer su fortuna; vivía con holgura y se había construido una hermosa casa en Kensington. Dos años después, en 1863, le sobrevino la muerte, casi de súbito, a causa de una congestión cerebral.

Reseña: En Thackeray no existe vacilación en cuanto a la elección de la obra; Thackeray es autor de varias obras, algunas de ellas muy notables; por ejemplo, "Pandennis y Los Newcomes"; pero ninguna ha llegado a las alturas de "La feria de las vanidades", a ella se debe en realidad su fama.

El escritor se aparta de la novela de tesis, de tono sentimental, a lo Dickens, con el héroe bueno o malo, de una pieza y sin matices, más ajustada en el fondo a la realidad. Sin embargo sus obras no están desprovistas de aquellos elementos; el sentimentalismo, la fuerza y universalidad de "sus criaturas" (personajes), que forman por sí solas todo un mundo. En sus páginas no hay castigo para los malos, ni premio seguro para los buenos, pero también es verdad que en sus farsas alegres y amargas, a la vez, no es muy seguro que los culpables sean demasiado culpables. Y por esto, Thackeray, se acerca ya más a nuestro concepto de la culpa en los actos de los hombres y a la comprensión de los defectos humanos. Toda la hipocresía de sus personajes, todas las astucias y artimañas se revelarán y quedarán justificadas a través de sus propias miserias. Todo esto lo retrata de manera admirable con los personajes de "La feria de la vanidades", la novela gira casi entera en torno a una figura central: la de Rebeca Sharp; es una creación admirable; es la muchacha astuta, valerosa, hipócrita, ambiciosa, muchacha inteligente y superior, que ha pasado por una infancia de humillaciones y sueña con vengarse, con ocupar, sea como sea, una posición destacada en la vida. En torno a Rebeca, el autor hace desfilar una serie de tipos, algunos de los cuales, en vida y en realidad, no tienen nada que envidiar a los de Dickens; son el capitán Osborne y, sobre todo, el padre de éste, el millonario Osborne, con el orgullo de sus millones, riñendo con su hijo y borrando de él todo recuerdo; es el capitan Rawdon, esposo al fin de Rebeca; es José el gordinflón, vanidoso y cándido, hermano de Amelia, el que la ruina trastorna un poco, con sus eternos planes de negocios, que nunca se han de realizar; y son otros muchos menos importantes, pero definidos, bien dibujados, que pululan en el vasto teatro de esta novela. En torno a estas figuras, el escritor hace girar toda la alta sociedad de su época; todo aquel ambiente que él conocía a la perfección, y lo hace de manera magistral; las escenas, en general, tienen un aire de farsa, en que la sátira resuena a veces con violencia; a veces nos hace pensar en un Molière inglés, algo más cerrado por eso, más amargo, con menos comprensión para los efectos, los vicios, las debilidades de las criaturas.

Sin duda Thackeray es irónico, refinado, escéptico, psicólogo de la vanidad humana, humanista penetrante y satírico amargo. De sus obras se han realizado incontables reediciones, y ha sido leído en todos los países del mundo; y en todo los países ha alcanzado el éxito comparable al de los mejores novelistas.

Bibliografía-Obra: El libro de los snobs, La feria de las vanidades, Henry Esmond, Los viginianos, Historia de Padennis, etc.

De la novela "La feria de las vanidades"

(fragmento)

CAPITULO VI

VAUXHALL

Yo sé muy bien que la tonada que canto es muy suave, aunque luego van a venir algunos capítulos terroríficos, y tengo que pedir al lector bondadoso que recuerde que por ahora únicamente estamos tratando acerca de la familia que se pasea, almuerza, come, charla y hace el amor tal como suele hacerlo la gente en la vida ordinaria, sin un sólo incidente apasionado y maravilloso que sirva para señalar la marcha de sus amores. La situación de nuestra historia es como sigue: Osborne, enamorado de Amelia, ha invitado a un viejo amigo a cenar y a ir con ellos al Veauxhall... Y, por otro lado, José Sedley está enamorado de Rebeca. ¿Se casará con ella? He ahí el gran problema que tenemos a mano.

Podíamos haber abordado el asunto siguiendo la manera elegante y distinguida, la manera romántica o la manera cómica. Supongamos que situámos la escena en Grosvenor Square, y que ocurriesen exactamente los mismos incidentes. ¿No es cierto que alguna gente nos habría escuchado? Supongamos que hubiésemos hecho ver de qué manera lord José Sedley se enamoraba, y de qué manera el marqués de Osborne se dejaba llevar por el camino hacia lady Amelia, con el consentimiento pleno de su noble padre, el duque. Podíamos haber ido al extremo opuesto y, en vez de presentar el argumento entre la alta aristocracia, situarlo en las clases más bajas de la sociedad, describiendo lo que ocurría en la cocina del señor Sedley: cómo el negro Sambo tenía amores con la cocinera, lo cual era cierto, y cómo se peleó a brazo partido con el cochero por ella, y cómo sorprendieron al marmitón robando un brazuelo fiambre de cordero, y que la nueva doncella de la señorita Sedley se negó a retirarse a dormir si no le daban una vela. Esta clase de incidentes habrían podido despertar gran cantidad de risas agradables, y ser presentados como escenas tomadas de la vida. Por el contrario, si nos hubiese dado por lo tremebundo, hubiéramos podido presentar al amante de la nueva doncella como slateador profesional de casa: asaltaría la casa en cuestión con su cuadrilla, mataría al negro Sambo a los pies de su amo y se llevaría a Amelia en bata de noche, para no soltarla hasta el tercer tomo. Véase con qué facilidad habríamos podido construir un relato de interes emocionante, llevando jadeante al lector a través de una serie de capítulos terribles.

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