John Steinbeck

John Steinbeck es uno de los más definidos exponentes del naturalismo y del realismo en el rico panorama de la novelística estadounidense. Comenzó con una novela de carácter histórico “Copa de Oro”, que no tuvo suerte, lo mismo que las dos siguientes: “Los pastos del cielo”, lírica interpretación de un valle californiano a través de la sicología de sus habitantes; Al dios desconocido, que celebra, con un místico sensualismo digno de D.H.Lawrence, el principio de la fertilidad.


Biografía: John Steinbeck nació en las Salinas, California, el 27 de febrero de 1902. De padre de origen Alemán y madre Irlandesa. En 1919 concluye sus estudios de enseñanza media y un año más tarde entra a la universidad de Stanford. Como es tradición de novelistas amaricanos, desde Melville a Miller, lee vorazmente desde la infancia a Malory, Dostoiewsky, Milton, Flaubert, Thomas Ardí, Georde Eliot y, sobre todo, la Biblia, aunque Steinbeck no es, ni será nunca, hombre religioso. Una editorial le rechaza su primera recopilación de cuentos, sin embargo en 1924 publica sus primeros relatos en el Spector, al año siguiente deja Stanford sin terminar la carrera y se va a Nueva York a trabajar de periodista en la redacción del American, es entonces cuando publica su primera novela “Copa de Oro”. En 1930 se casa con Carl Henning, se traslada al Pacific Grove. Publica una serie de escritos que son galardonados; “El Crimen” (galardonada con el premio O'Henry), “Tortilla Flat” ( su primer gran éxito, recibe la medalla de oro del Commonwealth Club de California), “Indecisa Batalla” (premiada con la misma distinción), “Las uvas de la Ira” (gana el Pulitzer). En 1940 recorre el Golfo de California con Ed Ricketts, amigo y mentor suyo, modelo también de alguno de sus personajes. En 1942 se divorcia. Y al año siguiente se casa con Gwyn Verdon. Visita el frente europeo como enviado especial del New Yok Herald Tribune, escribe guiones de películas, en esta época viaja a Rusia, donde es uno de los escritores norteamericanos más leídos y se divorcia de Gwyn Verdon. En 1950 contrae su tercer matrimonio: esta vez con Elaine Scott. Este mismo año publica “Ardiente Resplandor” y estrena la versión teatral de la novela. Kazan filma “¡Viva Zapata!”, según guión de Steinbeck. En 1962 recibe el premio Nóbel de Literatura.

Reseña: John Steinbeck es uno de los más definidos exponentes del naturalismo y del realismo en el rico panorama de la novelística estadounidense. Comenzó con una novela de carácter histórico “Copa de Oro”, que no tuvo suerte, lo mismo que las dos siguientes: “Los pastos del cielo”, lírica interpretación de un valle californiano a través de la sicología de sus habitantes; Al dios desconocido, que celebra, con un místico sensualismo digno de D.H.Lawrence, el principio de la fertilidad. Conoció el éxito con “Tortilla Flat”, impregnada de un humorismo picaresco, sostenido en un tono de comedia popular, jocoso, pero al mismo tiempo satírico, y desde entonces se afirmó con cada nuevo libro, demostrando una no frecuente facilidad para variar de temas y desarrollos. En algunas de sus novelas afrontó el problema de las luchas sociales y en otras la sicología de los jornaleros, vagabundos, desocupados, pero su obra más ambiciosa es “Las uvas de la ira”, ambiciosa por su extensión y más tendenciosa en sentido social, en ella se narra la trágica odisea de una familia de colonos, inmigrados de California con la ilusión de fáciles ganancias y allí brutalmente explotados: la denuncia abarca todo el panorama económico de los sedicentes paradisíacos Estados Unidos, donde, según el autor, imperan el desorden y el cinismo, donde todo está a merced del inaveriguable y despiadado arbitrio de unos pocos magnates. Pero la novela en sí supera los límites del espacio y tiempo y cobra universal categoría por su propia e intrínseca fuerza creadora. Como Guarnica, es uno de los documentos imperecederos, inspirado en trágicas circunstancias de un siglo, develadoras de la condición humana de todo lugar y época.

Bibliografía-Obras: Camaradas errantes, En Lucha incierta, La fuerza bruta, Las uvas de la ira, La luna se ha puesto, El pueblo olvidado, Hombres y ratones, Copa de Oro, Al dios desconocido, Llano de la tortilla, El ómnibus caprichoso, ¡Soltad las bombas!, Callejón Canneryetc.

LAS UVAS DE LA IRA

Capitulo XXIII

(EXTRACTO)

-¡Por Dios Todopoderoso, Ma! ¿Después de trabajar hasta que oscurece vamos a comer mazamorra?

-Al, sabes que tenemos que irnos de aquí. Tenemos que dejarlo todo para gasolina. De sobra lo sabes.

-Pero, Ma, ¡por Dios Todopoderoso! Un hombre ha de comer carne si tiene que trabajar.

-Siéntate y cállate -le dijo su madre-. Tenemos que hacer primero lo que más importa. Y tú sabes de qué se trata.

-¿Se trata de mí? -preguntó Tom.

-Hablaremos cuando hayamos comido -dijo la madre-. Al, tenemos bastante gasolina para marcharnos, ¿no es así?

-Casi un cuarto del depósito.

-Quisiera que me lo dijeses -dijo Tom.

-Más tarde. Aguarda.

-Y tú sigue revolviendo esa mazamorra. Vamos, déjame poner a calentar un poco de café. Podéis echarle azúcar al café o a las gachas. No hay bastante para las dos cosas.

El padre regresó con una lata grande de leche.

-Once centavos -dijo, disgustado.

-Dámela.

La madre cogió la lata y le hizo un agujero. Dejó caer el grueso chorro a una taza y se la pasó a Tom.

-Dale esto a Winfield.

Tom se inclinó junto al colchón.

-Vamos, bebe esta leche.

-No puedo. Me caería mal al estómago. Déjenme.

Tom se puso en pie.

-No puede beberla ahora, Ma. Aguarda un poco.

Ma cogió la taza y la colocó en el alféizar de la ventana.

-Que nadie toque esa leche -adviirtió-. Es para Winfield.

-Yo no he bebido leche -dijo Rose tristemente-. Y debería beber un poco.

-Ya lo sé. Pero tú puedes tenerte en pie todavía. Y este pequeño está enfermo. ¿Está espesa esa mazamorra?

-Sí. Ya no se la puede revolver más.

Perfectamente, comamos. Aquí esta el azúcar. Hay más o menos una cucharada para cada uno. Tomadla con la mazamorra o en el café.

Tom dijo:

-A mí me gustaría echarle sal y pimienta.

-Ponle sal, si quieres -dijo la madre-. La pimienta se ha terminado.

Todos los cajones habían desaparecido. La familia se sentó en los colchones a comer su mazamorra. Se sirvieron una y otra vez, hasta que la olla estuvo casi vacía.

-Dejad un poco para Winfield -dijo la madre.

Winfield se sentó y se bebió la leche, e inmediatamente sintió apetito. Se colocó entre las piernas la olla de mazamorra y comió lo que había quedado, rebañando luego las sobras. La madre echó en una taza el resto de la leche envasada y se la pasó furtivamente a Rose para que se la bebiese a escondidas en un rincón. Echó en las tazas el café caliente y fue sirviendo a la familia.

-¿Nos dirás ahora lo que sucede? -preguntó Tom-. Quiero saberlo.

El padre dijo, intranquilo:

-Quisiera que Ruthie y Winfield no lo escucharan ¿No pueden irse fuera?

La madre dijo:

-No. Tienen que portarse como si fuesen mayores, aunque no lo son. No hay modo de evitarlo, Ruthie..., tú y Winfield no habeís de decir nunca lo que escuchen, o si no serán nuestra ruina.

-No lo diremos -dijo Ruthie-. Nosotros somos ya mayores.

-Bueno, entonces callad.

Las tazas de café estaban sobre el suelo. La llama corta y gruesa de la lámpara lanzaba claridad amarilla sobre las paredes.

-Dínoslo ahora -dijo Tom.

La madre dijo:

-Dilo tú, Pa.

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