Raymond Carver

Raymond Carver es uno de los mejores escritores del siglo XX. Su nombre puede emparejarse sin complejos con los de Chejov, Proust, Mann, Kafka, Joyce, Hemingway, Faulkner y otros. Carver es uno de los poquísimos autores que ha realizado un aporte fundamental a la literatura, diciendo algo que nunca antes se había dicho.


Biografía: Raymond Clevie Carver, apodado "Junior", "Frog" y "Doc", nació el 25 de mayo de 1938 en Clatskanie, Oregón. Su padre era Clevie Raymond, un humilde trabajador, y su madre era Ella Casey, la que trabajaba como dependienta y camarera. La familia se instaló en Washington en 1941 y Carver creció allí, en Yakima, una ciudad de 20.000 habitantes, específicamente en el fértil valle oriental de las Cascadas. Carver fue un hijo tardío de la Gran Depresión y, aunque vivió en los tiempos de la prosperidad de posguerra, en su casa faltaba incluso un retrete interior. Su poema "Shiftless" nos sitúa en el escenario de estas precariedades económicas. Carver se casó a los diecinueve años. Ya a los veinte tenía dos niños. En este período realizó trabajos de poca monta para hacer frente a las exigencias de la paternidad. Por entonces, bebía a jornada completa (según las palabras de Carver: "full-time drinking as a serious pursuit") y, eventualmente, escribía. Tras desplazarse junto a su familia durante 1958 de Yakima a Paradise, ingresó en Chico State College. Allí comenzó su aprendizaje bajo la tutela de John Gardner, el primer escritor de verdad que conoció. Gardner le proporcionó una serie de valores de la creación, no negociables, que mantuvo en gran medida hasta la muerte. Luego conoció al profesor Richard C. Day, quien influyó de manera decisiva en la escritura de Carver, en esta época comenzó a escribir relatos. La primera historia que publicó, "The Furious Seasons" (Selection, Winter 1960-1961), es un experimento faulkneriano. Su siguiente historia, "The Father" (Toyon, Spring 1961), es una fábula kafkiana de menos de quinientas palabras. Como casi todos los escritores de su generación, Carver también cayó dentro de la órbita de Hemingway. En 1963 se graduó del Humboldt State, y este mismo año vacilaba entre la reverencia y la rebelión al publicar un texto influenciado por sus lecturas de Hemingway, "Pastoral" (Western Humanities Review, Winter 1963), y una edificante parodia, "The Aficionados" (Toyon, Spring 1963).Para el profesor Day, la historia que marcó a Carver como escritor fue "The Hair." El tema del relato es semejante al de "The father", la identidad de un padre deshecha por un asunto en apariencia anodino, pero con caracter lírico. Después de esta historia, le seguirían otros experimentos de corte chejoviano. "The Ducks" (inicialmente publicada como "The Night the Mill Boss Died," Carolina Quarterly, Fall 1964), describe el despertar de un apático trabajador y una joven, mostrando con emoción el terrible vacío de su rutinaria vida. Carver había encontrado su registro. Tal como escribió Michael Koepf en 1981, las historias de Carver tenían la claridad de Chejov, pero un kafkiano sentimiento de que algo va terriblemente mal. A mediados de los sesenta, mientras trabajaba como guardia nocturno del Mercy Hospital, comenzó a acudir a las clases, en Sacramento, del que sería su tercer impulsor, el poeta Dennis Schmitz. En 1967, el año en que murió su padre, se desplazó con su familia desde el centro de California a San Francisco y se convirtió en editor de textos, en Palo Alto. Durante los años siguientes, el modo de escribir de Carver adquirió el color de su nuevo ambiente, haciéndose más seco y sofisticado. El cambio puede apreciarse en "A Night Out" (December, 1970; retitulado como "Signals" en "Will You Please Be Quiet, Please?"), una historia de humor negro en la que se narra una cena de pareja en un elegante restaurante. Hacia 1970, Carver ha ganado control de su medio y ha definido ya sus obsesiones. Tomó para su mundo la vida ordinaria de anti-héroes más simples. Atendiendo a Chejov y a Kafka, Carver fija su atención en esos momentos en los que la identidad socialmente constituida del individuo se tambalea y se despedaza. El aprendizaje de Carver concluyó en septiembre de 1970, cuando finalizó su trabajo como editor de textos. Gracias al finiquito, el subsidio de desempleo y el dinero obtenido en un premio comenzó a escribir por primera vez en su vida a full-time. A lo largo de los nueves meses siguientes, terminó más de la mitad de las historias contenidas en su libro de cuentos "¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?". Durante ese tiempo, comenzó a verse a sí mismo como escritor. "Descubrí que si iba a mi escritorio todos los días y me aplicaba podía escribir historias seria y regularmente", dijo más tarde. También fue durante este período cuando Carver se asoció con Gordon Lish. Durante los sesenta, Carver había seguido el consejo de Gardner y había publicado únicamente en pequeñas revistas: publicaciones respetadas como December que pagaban más en copias que en efectivo. Lish, antiguo vecino de Carver en Palo Alto, se había convertido en 1969 en editor de Esquire, posiblemente la más fascinante de todas las revistas de gran tirada. Rompiendo con lo precedente, Carver envió una de sus nuevas historias a Esquire, "The Neighbors". Lish la aceptó, redujo el título a una palabra, "Neighbors", y la publicó en junio de 1971. Eso supuso un punto de inflexión. Sin ser muy diferente de otras historias anteriores, Carver hacía gala en "Neighbors" de un mayor control de la estructura y estilo. Revisiones de texto de "Will You Please Be Quiet, Please?" indican que Carver desarrolló su estilo bajo la influencia de Lish. "Tenía un ojo maravilloso, tan bueno como el de Gardner", aseguró años después. Allí donde Gardner había aconsejado a Carver usar cincuenta palabras en lugar de veinticinco, Lish recomendó una estética más radical: la convicción minimalista de que menos es más. Con Lish como mentor, la ficción de Carver se transformó en descarnada y lacónica. También los temas cambiaron. Al editor Lish le interesaban las parálisis, la muerte, la familia, el hogar y las cosas con las que la gente convive, la violencia que hay en nosotros. El mejor momento del Carver de esos años fue la aparición de "Will You Please Be Quiet, Please?". Publicada en 1976 por McGraw-Hill, esta colección de veintidós historias abrió al escritor a un público más amplio. Su éxito fue considerable y Carver obtuvo una nominación para el National Book Award en 1977, el mismo año en que una segunda colección de sus historias, Furious Seasons, apareció en Capra Press. Lo cierto, sin embargo, es que la vida secreta del autor había llevado su carrera a un patrón, enemistado con su mujer y sus hijos. Se separó y en esta época fue hospitalizado cuatro veces por alcoholismo durante 1976-1977. Milagrosamente, el 2 de junio de 1977 dejó de beber. Carver contó con la ayuda de Alcohólicos Anónimos, pero nunca encontró una explicación al hecho. "Me imagino que sólo pretendía vivir", aseguró a propósito de ello. Habiendo estado tan cerca de la muerte, dio por concluida la primera de sus dos vidas tras dejar el alcohol. Lo que él llamaba su otra vida, una vida sin errores, daba inicio. Tal y como él mismo hace notar en "Rogue River Jet-Boat Trip," un poema fechado en el Independence Day de 1977, comenzaba su viaje río arriba. En una conferencia de escritores celebrada en noviembre de 1977 en Dallas, Carver, todavía recién llegado al mundo de los sobrios, conoció a Tess Gallagher. Nueve meses más tarde, ambos volvieron a coincidir en El Paso. Tras un noviazgo, se convirtieron en pareja. Primero en El Paso y Tucson, después en Siracusa, Nueva York y, finalmente, en la ciudad natal de Tess, Port Angeles, Carver y Gallagher vivieron y trabajaron juntos. Los dos escritores se convirtieron en lectores mutuos. Cuando sus libros aparecían, se los dedicaban. Como siempre, sus escritos siguieron la trayectoria de su peripecia vital. Había atravesado un infierno personal y sus trabajos de ese período -poemas con títulos como "Distress Sale," "Alcohol," and "Marriage," fueron recogidos en un libro llamado Fires. Durante los siguientes cinco años, Carver se replantea su ficción. Por entonces aparecen "Furious Seasons" (1977), "What We Talk About When We Talk About Love" (1981), "Fires", "Cathedral" (estos dos últimos, en 1983), y "If It Please You" (1984). Entre 1978 y 1981 Carver escribió y publicó casi una docena de historias nuevas con el tema del alcoholismo y la ruptura del matrimonio. En la primera, "Why Don’t You Dance?" (Quarterly West, Autumn 1978), un hombre desesperado, presumiblemente abandonado por su mujer, pone a la venta sus muebles en el jardín. Las historias contenidas en "What We Talk About When We Talk About Love" convierten a Carver en una influencia capital de toda una generación de escritores. Pese a ello, se trata posiblemente de su libro menos representativo. Las historias de ese libro más que apuntar un destino indican un punto de retorno. Lo que siguió durante los próximos dos años fue un giro artístico de 180 grados, un período durante el que restauró y expandió el trabajo que había desarrollado bajo la influencia de Lish, la teoría de la omisión de Hemingway y sus propios impulsos purgativos. Dos pequeños libros, "Fires" y "If It Please You", muestran el resultado de este proceso. Además, Carver escribió una docena de historias en una clave más esperanzada y optimista. La primera de ellas, "Catedral", (Atlantic Monthly, September 1981), fue considerada por el escritor como "totalmente diferente en concepción y ejecución" de su trabajo previo. El editor John Gardner incluyó "Cathedral" en The Best American Short Stories 1982 y, en septiembre de 1983, se convirtió en el tercer mejor libro de Carver. "Cathedral" le proporcionó a Carver nominaciones para el Pulitzer y el National Book Critics Circle Award. Y, lo que es más importante, significó su graduación en la escuela de Gordon Lish. Las historias que contiene "Catedral" no dejan lugar a dudas de que Carver se ha desplazado del minimalismo a un estilo más expansivo y generoso. Los años de aprendizaje de Carver habían concluido. Con "Cathedral" declaró su independencia como maestro. Durante los cinco años de vida que le quedaban, sus únicas influencias fueron Chejov y Tess. La independencia de Carver ganó apoyo financiero en mayo de 1983, cuando la American Academy y el Institute of Arts and Letters le garantizaron uno de sus primeros Mildred and Harold Strauss "Livings" Awards. Un efecto colateral del premio fue la popularidad. Carver apareció en la New York Times Magazine, en Vanity Fair, e incluso en People. Sintiéndose acosado por todo ese mogollón de la costa Este, voló hacia el oeste en enero de 1984. Allí comenzó a vivir en una nueva casa construida por Tess en Port Angeles. Una vez más, su vida y su trabajo fueron cambiando al unísono. "Nadie podía estar más sorprendido que yo porque no había escrito una sola poesía en dos años". Ahora, trabajando en el estudio de paredes de cristal de Tess, Carver tomó como elemento el agua. Su nueva poesía celebra el paisaje ribereño de la Olympic Península. A pesar de los estragos de su salud y un sentido de mortalidad acuciante, Carver se sintió renovado por las aguas. Los nuevos poemas fueron un "gran regalo". Escritos sin prisa, día a día, fueron más tranquilos que su poesía anterior. También fueron menos pulidos y más íntimos. "Es la ternura lo que me preocupa", dice en "The Gift". Ciertamente, la distancia estética entre experiencia y expresión es tan fina que algunos lectores se preguntan dónde está la poesía. En otros, sin embargo, pueden oirse resonancias inusuales en el lenguaje común de Carver. Durante este último año de su vida, Carver trabajó también como crítico y antólogo. Carver sabía que tenía ya un lugar entre los maestros de los relatos cortos americanos. "Where I’m Calling From" se lo había asegurado. No obstante, hasta el final insistía en que su mejor trabajo estaba aún por llegar. "Tengo todavía peces por pescar e historias y poemas que escribir". Incluso las magistrales historias de sus últimos años, "Boxes," "Elephant," y "Errand", entre ellas, fueron juzgadas por Carver como de tránsito. "En verdad que siento que todas esas historias que he escrito durante los seis o siete últimos meses no fueron realmente, de algún extraño modo, las historias que tenía la intención de escribir", dijo en 1986. "The other stories, the ones I will write, are the harder stories." "Errand" apareció en el New Yorker del 1 de junio del 87. La primavera siguiente, Carver ganó el O. Henry Award y apareció en Prize Stories 1988. En septiembre, Carver se vio a sí mismo escupiendo sangre. En octubre, dos tercios de su pulmón izquierdo fueron extirpados. A lo largo de los siguientes nueve meses, Carver se empeñó en una perdida batalla contra el cáncer. "When hope is gone," escribió en su diario "the ultimate sanity is to grasp at straws". Carver murió el 2 de agosto de 1988 en Nueva York de cáncer de pulmón. Desafortunadamente, la historia más dura no acaeció en la ficción. "Ray se acongojaba de estar dejando la vida tan pronto", dijo Tess ante doscientos amigos y admiradores durante el servicio fúnebre que tuvo lugar en Nueva York.

RESEÑA: Raymond Carver es uno de los mejores escritores del siglo XX. Su nombre puede emparejarse sin complejos con los de Chejov, Proust, Mann, Kafka, Joyce, Hemingway, Faulkner y otros. Carver es uno de los poquísimos autores que ha realizado un aporte fundamental a la literatura, diciendo algo que nunca antes se había dicho.
Sus historias hablan de pequeños eventos cotidianos, que son las infinitas variaciones de un tema único, la vida cotidiana dentro de un grupo social, con personas que a menudo hacen las mismas cosas, una gran cantidad de relatos y poesías se dedican a la pesca. Las historias de Carver se desarrollan en un área geográfica, humana y temática sorprendentemente sólida. Sus personajes son gente de lo más común: trabajadores manuales, empleados, oficinistas, parejas a la deriva... desamparados, golpeados por la vida, muchos de ellos bebedores, los cuales acceden a una dimensión heroica. Es esta actitud, mejor que en ninguna otra, lo que lo revela como discípulo indiscutido de Antón Chejov, al que poco antes de morir Carver dedicó uno de sus más bellos y conmovedores cuentos: “El encargo”.

Lo primero que impresiona al lector de Carver es la gran humanidad de este escritor. «Una humanidad infinita», escribe Fernanda Pivano. El gran artista, el gran poeta y escritor asombra por la pasión humana que le anima. Entresacar la belleza a partir de lo duro de la historia es complejo. La piedad que eleva al hombre un peldaño por encima de sus bajezas, la atención al carácter imprevisible de los personajes, la prosa que se va asemejando cada vez más no ya a una idea prefijada sino a la vida tal y como es: esto es lo difícil, y lo bello, del arte de Carver.
El escritor
poseía estas cualidades en cantidades insólitas. Incluso la lectura de sus primeros cuentos, que son más ásperos y tristes, nos comunica la extraordinaria atención a la densidad de la experiencia humana, aun cuando esta experiencia se nos muestra mísera y mezquina. La segunda cualidad que asombra al lector que se acerca a la obra de Carver es la perfección de la factura del desarrollo ordinario del cuento, que adentrándose sigilosamente en el cuerpo de la narración nos lleva al desenlace final sin darnos cuenta, y en el intertanto todo sale a la luz en una frase, en una imagen, o en un pasaje especialmente significativo.Y que a menudo te dejan con la miel en los labios: al sentimiento de humanidad que inunda al lector le acompaña otro de moderada desilusión a causa del carácter de las historias. Querríamos saber más de esos personajes, de sus peripecias, pero, al final, todo se difumina en lo más bello.
Carver era un perfeccionista, que llegaba a rescribir un mismo cuento hasta treinta veces para que no hubiera una sola palabra de más, una sola coma que no fuera necesaria. Leyendo a Carver uno comprende que en esta ausencia aparente de desarrollo hay algo profundo y decisivo. Carver conoció vidas marginales, existencias sumidas en la penuria con las que amasó luminosas historias. "Ellos son mi gente, los jornaleros, el oficinista, el obrero", dijo años después.

CUENTO

EL PADRE

El bebé estaba en una canasta al lado de la cama, y llevaba puesto un pelele y un gorro blanco. La canasta de mimbre estaba recién pintada, acolchada con pequeños edredones azules y sujeta con cintas de color azul claro. Las tres hermanitas y la madre, que se acababa de levantar de la cama y aún no se había despertado del todo, y la abuela rodeaban todas al bebé y observaban cómo miraba con fijeza y de cuando en cuando se llevaba el puño a la boca. No sonreía ni reía, pero a veces parpadeaba y movía la lengua entre los labios cuando una de las niñas le pasaba la mano por la barbilla.
El padre estaba en la cocina y les oía jugar con el bebé.
-¿A quién quieres tú pequeñín? - dijo Phyllis-, y le hizo cosquillas en la barbilla.
-Nos quiere a todos - dijo Phyllis-, pero al que quiere de veras es a papá, ¡porque papá también es chico!
La abuela se sentó en el borde de la cama y dijo:
-¡Mirad su bracito! Tan gordo. ¡Y esos deditos! Igualitos que los de su madre.
-¿No es una preciosidad? -dijo la madre-. Tan sano, mi niñito. -Se inclinó sobre la cuna, besó al bebé en la frente y tocó la colcha que le tapaba el brazo-. Nosotros también le queremos.
-¿Pero a quién se parece, a quién se parece? -exclamó Alice, y todas ellas se acercaron a la canasta para ver a quién se parecía.
-Tiene los ojos bonitos -dijo Carol.
-Todos los bebés tienen los ojos bonitos -dijo Phyllis.
-Tiene los labios del abuelo -dijo la abuela-. Fijaos en esos labios.
-No sé...-dijo la madre-. No sabría decir.
-¡La nariz! ¡La nariz! -gritó Alice.
-¿Qué pasa con su nariz? -preguntó la madre.
-En la nariz se parece a alguien -dijo la niña.
-No, no sé... -dijo la madre-. No creo.
-Esos labios...- dijo entre dientes la abuela-. Esos deditos... - dijo, destapando la mano del bebé y extendiéndole los menudos dedos.
-¿A quién se parece este niño?
-No se parece a nadie -dijo Phyllis. Y todas se acercaron aún más a la canasta.
-¡Ya sé! ¡Ya sé! - dijo Carol-. ¡Se parece a papá! -Todas miraron al bebé de muy cerca.
-¿Pero a quién se parece su papá? - preguntó Phyllis.
-¿A quién se parece papá?- repitió Alice, y entonces todas ellas miraron a la vez hacia la cocina, donde el padre estaba en la mesa, de espaldas a ellas.
-¡Vaya, a nadie! -dijo Phyllis, y se puso a lloriquear un poco.
-Calla -dijo la abuela, apartando la mirada. Luego volvió a mirar al bebé.
-¡Papá no se parece a nadie! -dijo Alice.
-Pero tendrá que parecerse a alguien -dijo Phyllis, secándose los ojos con una de las cintas. Y todas salvo la abuela miraron al padre, que seguía sentado en la cocina.
Se había dado la vuelta en su silla y tenía la cara pálida y sin expresión.

Bibliografía-Obra: ¿Quieres hacer el favor de callarte por favor? Catedral, De qué hablamos cuando hablamos de amor, Tres Rosas amarilla, etc.

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